¿Volver a la normalidad?

En Macondo comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver
Ana Belén cantando Peces de ciudad de Joaquín Sabina

 

El 20 de mayo de 1521 un tozudo comandante vasco dirigía la defensa del castillo de Pamplona ante el asedio de las tropas franco navarras, los sitiados eran súbditos de la Corona de Castilla y enfrentaban la batalla con desventaja. En el combate, una bala de cañón rompió una pierna del comandante vasco y provocó una fuerte herida en la otra. Este hombre tenía treinta años y había sido formado como militar y como miembro de la Corte Castellana. No murió en combate, pero su recuperación fue lenta. Sin embargo, su estado físico le impedía montar a caballo, porque el daño en sus piernas fue grave y permanente. Un caballero sin caballo era inconcebible en esa época, además de que montar a caballo era una condición indispensable para una persona con aspiraciones militares y diplomáticas. El comandante vasco enfrentó la tragedia de perder sus sueños de victoria y gloria en un momento tardío de su vida, porque en el siglo XVI una persona de treinta años era considerada en edad madura. Este comandante fue Ignacio de Loyola, quien a partir de la pérdida sufrida en Pamplona experimentó un proceso de conversión personal que fue la simiente para la fundación de la Compañía de Jesús, la congregación religiosa más grande de la Iglesia católica.
Esta narración no está inspirada por motivos religiosos sino por la analogía que hay entre la experiencia de Ignacio de Loyola y las personas y organizaciones que han sufrido grandes pérdidas por la pandemia del COVID-19 y sus secuelas. Seguramente fue desgarrador el momento en que Ignacio aceptó que era imposible «volver a la normalidad», es decir, a las circunstancias previas a la batalla en Pamplona; pero su capacidad de resiliencia no sólo evitó que cayera en una profunda depresión, sino que lo impulsó a repensar su futuro de forma creativa e inspiradora. El proceso que condujo a la fundación de una de las primeras organizaciones en la historia de la humanidad con alcance global era desconocido para Ignacio, pero lo enfrentó con determinación y el resultado fue notable.
Repasando la experiencia de Ignacio, pueden ser identificados aspectos relevantes para personas y organizaciones que han padecido grandes pérdidas:

  1. Las experiencias traumáticas pueden ser el punto de partida para emprender acciones de alcance excepcional.
  2. «Volver a la normalidad» es un eufemismo. La expresión debe ser entendida como «ver hacia adelante», nutriéndose de los logros y las ventajas del pasado, pero sin asumir que estos volverán.
  3. Es muy probable que los emprendimientos que surgen de las experiencias traumáticas no tengan elementos comunes con la experiencia anterior, pero esto no es motivo para renunciar a ellos.
  4. Nunca será tarde para empezar; el emprendimiento de Ignacio ocurrió a una edad que muchas personas hubieran considerado tardía. De hecho, inició sus estudios en la Universidad de París a una edad inusual pero no renunció, pues asumió el compromiso de dotar a la Compañía de fundamentos teológicos sólidos.
  5. Iniciar un emprendimiento después de una derrota implica un mayor esfuerzo y compromiso, sean cuales sean las adversidades. Ignacio estuvo en prisión más de una vez bajo sospecha de herejía, y su primer intento por fundar la Compañía de Jesús no fue bien recibido por la autoridad eclesiástica.

Ignacio de Loyola no es el único personaje histórico con antecedentes de este tipo; los testimonios similares documentados nos recuerdan que nunca podemos dar por terminada la historia de una persona, aun cuando la veamos con una pierna destrozada en un campo de batalla y perdiendo el futuro que había soñado hasta ese momento.

 

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