De lo presencial a lo digital: ¿migración
factible en psicoanálisis?

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En 2015, una estudiante de posgrado en psicoterapia exponía el caso de un paciente a quien atendía vía telefónica por encontrarse ella en México, mientras que él radicaba en Estados Unidos. Lo anterior no sin dejar de generar opiniones divididas entre miembros de la comunidad psicoanalítica, pues mientras unos opinaban que no era posible tener un buen encuadre bajo dichas circunstancias, otros argumentaban que un paciente presencial no necesariamente tiene más «presencia» que uno a distancia.

Más atrás en el tiempo y en lo que podría de- nominarse como una «prueba de realidad», Donald Winnicott, durante una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Británica sostenida en plena Segunda Guerra Mundial, señaló que estaban bombardeando, esto mientras sus colegas se encontraban discutiendo de forma airada sobre un artículo escrito por Freud. Aunque su aportación fue ignorada, no ocurriría lo mismo con la pandemia de COVID-19. Ante una situación sin precedentes, la comunidad psicoanalítica no podía darse el lujo de abandonar a los pacientes a su suerte, pero tampoco podía arriesgar la salud de éstos ni de los terapeutas. La modalidad a distancia había dejado de ser una alternativa y se había convertido en el único medio disponible, abriendo un nuevo campo de estudio no sólo para entender los procesos psicodinámicos derivados de una pandemia, sino también de una relación terapéutica que ya no se limita a las cuatro paredes de un consultorio.

La modalidad en línea es un rubro que parece haber tenido una especie de auge a raíz de la pandemia. Además de las plataformas que ofrecen el servicio de telecomunicaciones y que son aprovechadas para proporcionar terapia, comienzan a sonar cada vez más los nombres de apps que facilitan al potencial paciente contactar a un terapeuta en el momento que lo necesite desde la comodidad de su hogar (así como también apoyar al terapeuta a recibir más pacientes).

Brindar servicios terapéuticos a distancia puede dar lugar a que tanto psicólogo como paciente se encuentren en ubicaciones apartadas la una de la otra, desenvolviéndose cada uno en entornos diferentes. Una situación equivalente en las sesiones presenciales sería cuando terapeuta o paciente provienen de fuera, mientras que la otra parte ha nacido y crecido en la localidad donde tiene lugar la sesión. Ninguna de estas situaciones por sí mismas son suficientes para garantizar el éxito o el fracaso del proceso terapéutico; sin embargo, sí pueden llegar a jugar un papel fundamental, tanto positivo como negativo, dependiendo de las condiciones particulares del paciente.

Tal es el caso de Rafael (su nombre y otros datos han sido modificados para mantener la confidencialidad), un paciente de 35 años criado en México y que lleva ya 7 años radicando en Estados Unidos. El motivo de consulta es el manejo de la ira, tema que se ha acentuado con el inicio de la pandemia y el encierro al que ésta lo ha obligado. Con el transcurrir del tratamiento se llega a la conclusión de que su conducta es el resultado de una sensación de inferioridad que busca compensar a través de la agresividad; a su vez, ha generado una resistencia a adaptarse a la cultura a la que ha llegado. Cabe suponer que dicha resistencia se habría agravado en el caso de que hubiera acudido con un terapeuta (independientemente de su nacionalidad) incrustado en la sociedad hacia la que experimenta repudio. Sin embargo, haber podido trabajar con un psicólogo mexicano ubicado en México habría proporcionado el margen de maniobra suficiente como para generar una sólida relación terapéutica que evitara que abandonara el tratamiento antes de que pudieran abordarse los principales (y también más sensibles) puntos a tratar.

La terapia a distancia, a partir de las obvias deferencias que guarda con la terapia presencial, da lugar a algunos fenómenos que no están considerados dentro del setting analítico tradicional, pero no por ser diferente significa que se estará proporcionando un tratamiento menos efectivo. Así como en el trabajo en el consultorio, ciertas normas deberán ser establecidas y otras acordadas con cada paciente para elaborar un contrato terapéutico a partir del cual analista y analizado trabajarán, considerando en todo momento lo fenómenos generales que surgen en una terapia, así como los fenómenos particulares propios de la modalidad a distancia.

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